Sus ojos se cierran poco a poco. Cada vez ve menos luz, el día es más oscuro. El sol se oculta bajo una señal de oscuridad que toma todo aquello que recuerda y ama. No hay nada que contemplar, solo un viejo y falso espejismo en su frente. Un día que nunca debió ser, un sueño que al que nunca debió aspirar, una vida que nunca debió anhelar.
Solo queda oscuridad y tristeza. Entre paredes de piedra gris y negra, se hallan los últimos retazos de lo que una vez iba a ser un campeón. Pero del cual no queda nada salvo un cascarón vacío, listo para desaparecer. Con una espada clavada en el pecho, inmóvil, esperando un destino que nunca pudo ser.
Porque llegó demasiado tarde.
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