Tumbados en el lugar tranquilamente. Una mirada compartida, mientras sus cabellos se deslizaban entre mis dedos. No había nadie que pudiera imaginar dicho momento.
De sus cristalinos ojos que brillaban como centellas se escurrió una pequeña lágrima que se deslizó por sus mejillas hasta sus labios. Una lágrima que contenía todo un sentimiento. La representación de su propia causa. El inevitable fin. Una última mirada.
La despedida final. Para una historia sin acabar. Sin contar nada.
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