El calor que falta y frío que sobra. Encerrado en una triste vida, en una celda gigante, pero cerrada llamada mundo de la cual nunca podrá salir. Viendo cada día como entre sus barrotes se cuelan los rayos de sol provinientes de un exterior que solo puede llegar a imaginar.
Tras esas piedras de ignorancia se esconde aquello que añora y no puede agarrar. Piedras frías en las que cada noche graba una línea para no perder cuenta del inexorable paso del tiempo que le consume.
Y mientras sigue encerrado en su habitáculo, esperando el día en el que pueda salir, observa sus dos realidades. Dos mundos duales que coexisten. Su yo que solo aguarda tranquila y pacientemente. Y su yo que clava todo lo que tiene a su alcance en la pared con la pequeña esperanza de poder huir por su propia mano.
Pero cuando el carcelero abra la puerta, ¿cuál de los dos encontrará?
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