Miro al Abismo a los ojos y el Abismo me devuelve la mirada. Inmutable. Sereno. Esperándome. En su inmensa oscuridad.
Sin embargo, me doy cuenta. ¿Cómo he podido ver su mirada? Incluso en aquel inmenso y profundo Abismo existe una luz suficientemente intensa como para que pueda verla desde fuera. La llama en los ojos del Abismo.
Una llama que permite al Abismo ser lo que es. Porque en todo siempre hay un pequeño fuego. La clave es conseguir verlo.
Si caes al Abismo, consigue su ascua.
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