Estaba llena de ilusión, aunque no era para tanto. Le dije que le haría unas galletas y se le iluminó la cara de golpe. Estoy acostumbrado a hacer repostería, por lo que no me parece nada extraño hacer unas galletas, pero al parecer ella quería unas con gran ansia.
Me puse manos a la obra. Cogí los ingredientes, preparé la masa, le di forma, le puse la cubierta y el chocolate. Y para el horno.
Estuvo todo el tiempo de cocción mirando como se doraban. No entendía demasiado bien ese entusiasmo. Acabadas, las saco y se me llena la cara de vapor al acercarme. Las miro y veo que me han salido algo peor que de costumbre, aish.
Hora de probarlas. Cojo una, la saboreo y veo que al igual le falta un poco de azúcar. Miro hacia ella y veo como come con júbilo y gozo la galleta que le he dado, sonriente. Parece que ella era el trozo de azúcar que faltaba.
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